lunes, 28 de diciembre de 2015

CARTAS PARA JUAN - CAPÍTULO 18

         Salió de los grises edificios de oficinas aquella mañana del año treinta y nueve y se dirigió al centro. Esperaba encontrar a la chica y darle una sorpresa. Llevaba consigo el libro que le había comprado. Lo primero que se le ocurrió fue visitar la tienda de Doña Leonor.
— ¿Desea algo caballero? — preguntó una mujer horonda y con  pelo de color azabache recogido en un moño. Aquella sin duda, debía ser la dueña.
—Busco a Luisa Suárez. ¿Está aquí?
—Un momento — respondió con mala cara al percatarse de que probablemente no hubiera entrado en la tienda para comprar nada. Abrió una cortinilla que daba al pequeño taller donde Juan pudo ver varias chicas sentadas en círculo realizando sus labores. Entonces Luisa salió poniendo una enorme sonrisa al verle.
— ¿Qué haces aquí?
—Acabo de llegar y te he traído una cosa.
Doña Leonor miró a ambos jóvenes con desdén. — Será mejor que éste joven no te entretenga Luisa, todavía tienes mucho trabajo que hacer.
La chica suspiró — ¿Por qué no vienes a buscarme a la salida?
    Tres horas más tarde se hallaban sentados en un pequeño parque cercano. Parecía que los meses de invierno no hubieran pasado para ellos. Luisa sujetaba el libro de Dickens en el regazo emocionada por aquel inesperado regalo. Aquel era el primer libro de su propiedad. Juan la miraba de vez en cuando de reojo sorprendido por lo que había cambiado en todas aquellas semanas. Suponía que las horas de trabajo y estudio habían hecho mella en ella.  Ya no era la cría que corría de un lado a otro y con la que discutía cada dos por tres. La chica siempre había tenido las ideas muy claras pero, una vez más, le dejaba impresionado con la frialdad con la que hablaba sobre su futuro.
— ¡Tienes que enseñarme tu novela! — había dicho Juan.
— Después subo a casa y te lo doy, pero ahora quiero disfrutar de la compañía de mi amigo. — Rodeó el brazo del chico con el suyo y apoyó la cabeza sobre su hombro. De haberlos visto, cualquiera hubiera pensado que de dos enamorados se trataba, por suerte, pensó Juan con tristeza, nadie solía pasar por allí. Ambos podrían verse comprometidos si comenzasen los murmullos en el pueblo, sobretodo la chica. — No estoy segura de si mi relato te gustará
— ¿Por qué?
—Ya lo verás.
— ¿Y tienes pensado publicarlo?
—No quiero hacerme ilusiones.  — respondió encogiéndose de hombros. — Además, no tengo medios para hacerlo. Soy una mujer ¿Recuerdas?
—Es cierto. Pero eso no tiene por qué ser un problema, podrías usar mi nombre. — dijo Juan emocionado.
Luisa se rió — ¿Tu nombre? Eso sí que podría traernos un disgusto. ¡Comprometería tu futuro!
— ¿Publicar una historia de piratas podría poner en peligro mi amada carrera? – respondió con retintín.
—No es de piratas precisamente… deberías de leerlo antes de ofrecerme tu nombre. Y, por otro lado, piénsalo, es muy injusto que no pueda usar el mío propio.
—Eso no te lo puedo negar.

   Aquella noche Juan empezó a leer la novela de Luisa. En cuanto llegó a la página veinte, se dio cuenta de que ya estaba totalmente enganchado a la historia. Nunca había visto nada parecido. Le parecía terriblemente real. Era envolvente, era fría y muy  dulce. Era exactamente igual que su autora. Estuvo despierto hasta altas horas de la madrugada, hasta que la acabó y, agotado, se quedó dormido. Soñó toda la noche con ella, con sus personajes y sobre todo con un final que le había impactado.

  De lo que no cabía duda era que aquella narración que debería ver la luz iba a dar mucho de qué hablar.


lunes, 21 de diciembre de 2015

CARTAS PARA JUAN - CAPÍTULO 17

Juan solía contar a Luisa la historia de la compañía. Pasaban tardes enteras de verano hablando de ello y admirando el valor de Fernando Villanueva Primero, fundador de Metales Villanueva.  Durante sus comienzos, nadie le ayudó y nadie creyó que su pequeño negocio, el cual él se esforzaba por ampliar, triunfaría. Muy pocos le dieron su confianza y la empresa estuvo a punto de quebrar dos o tres veces. Su familia había estado en peligro de quedarse literalmente en la calle, pero con esfuerzo y, sobretodo,  con una mente y una actitud bastante más moderna y avanzada de la tenían sus vecinos, salió adelante.
  Su hijo, siendo apenas un crío, había visto el enorme trabajo y sufrido las épocas de hambre en aquella casa. Las noches con la tripa vacía se le habían quedado grabadas. Pero unos años más tarde, cuando la situación mejoró, su vida cambió radicalmente. Pasaron de vivir en una de las zonas más pobres del todavía pequeño pueblo, a mudarse a una de las casas más grandes del lugar. Su familia comenzó a ganar prestigio a medida que la empresa se asentaba. El padre de Juan nunca olvidaría los caros vestidos de su madre ni como las mujeres ricachonas miraban a la que solo dos años antes era una vulgar asistenta, muertas de envidia. El abuelo se encargó de darle a Fernando la mejor educación que pudiera permitirse y que él no había podido tener y de transmitirle todos sus conocimientos y la pasión por los negocios. A pesar de todo, había una cosa en que nunca se parecerían: Los sueños.
   “Metales Villanueva” había sido levantada por un sueño. Literalmente. Una mañana el abuelo se despertó viéndose a sí mismo como un gran empresario. Su esposa, lejos de reírse de él, antes de que se marchara al trabajo le había dicho: «Conseguirás todo lo que te propongas porque tú, eres brillante y, si no lo ves, siempre me tendrás cerca para recordártelo»
  Alentado, aquella mañana Fernando no había ido al trabajo. Sacó sus escasos ahorros del banco, aunque no sin aguantar alguna lágrima, un poco de remordimiento y, sobre todo miedo. Contactó con algunos conocidos, de los cuales muchos le tomaron por loco y unos pocos le prestarían su consejo y servicios durante años.  Aquel fue el día en que la pequeña empresa empezó a cobrar vida.
    A Juan le encantaba aquella historia. Cuando era niño pedía a su madre y a su abuelo — incluso a su padre si éste estaba de buen humor — que se la contasen una y otra vez y ahora él hacía lo mismo con su amiga. Nunca se cansaba de oírla ni de repetirla y, en secreto, pensaba que él se parecía mucho más a su abuelo de lo que los demás decían. Lo tenían como la oveja negra de la familia por salirse de los cánones que se marcaban, pero acaso, ¿no había hecho su antecesor lo mismo? Le parecía muy respetable que su padre y hermana quisieran seguir con el negocio, de hecho, en el fondo se alegraba de que la saga familiar continuara, pero no tenía intención de ser él el siguiente en la lista. También había tenido un sueño y no tenía intención de abandonarlo. Aquella era su parte favorita del relato y la frase que su abuela había dicho a su marido antes de marchar aquella mañana le había llegado al corazón por eso, cuando un día oyó exactamente la misma expresión proveniente de la boca de Luisa sin esta conocer la historia, no pudo más que sentir que una sensación cálida le invadía. Ella se la repetía de vez en cuando, siempre con la misma convicción y seguridad sabiendo  que, por alguna razón que él no le había contado todavía, ya que había omitido esa parte de la narración por vergüenza,  esas palabras le devolvían la fuerza cuando las cosas no iban bien.


ENTREVISTA EN RELATOS ISLA TINTERO

Para los que aún no la habéis leído, aquí os dejo el enlace a la entrevista que se publicó ayer en el blog RELATOS EN LA ISLA TINTERO.
Muchísimas gracias al blog y a su autora y todos los que habéis compartido la entrevista en las redes :D


https://relatosenlaislatintero.wordpress.com/2015/12/20/resolviendo-el-misterio-entrevista-a-carmen-gancedo/

lunes, 14 de diciembre de 2015

CARTAS PARA JUAN - CAPÍTULO 16

Seis años antes, 1939.
  Por fin había llegado el buen tiempo y, con él, las vacaciones de verano. Juan había hecho su equipaje y despejado su cuarto en la residencia universitaria, se había despedido de sus compañeros y ahora, en el tren, le esperaban varias horas de un pesado traqueteo que le llevaría de vuelta a casa. Observaba por la ventana las enormes praderas secas que iban dejando atrás poco a poco para dar paso al clima húmedo y los prados verdes de su provincia. Junto a él, en el asiento, llevaba un pequeño paquete rectangular. Se trataba de una colección de relatos de Charles Dickens. Era un regalo para Luisa. Lo había comprado en un mercadillo de libros antiguos que habían instalado cerca de su universidad unas semanas antes. Se sorprendió al ver un volumen traducido al castellano y pensó que a la chica le gustaría. Releyó una vez más y con la misma sonrisa — sino todavía mayor  —la última carta que ésta le había enviado.
«Queridísimo  Juan,
   Solo faltan unas pocas semanas para que vuelvas a casa. No te he echado nada de menos. De hecho, estoy segura de que tú a mí tampoco. Prueba de ello son las cinco cartas que me has enviado en las últimas tres semanas hablando de excursiones hasta el faro y comidas al aire libre. ¿No crees que ya somos un poco mayorcitos para eso?
     Aunque, pensándolo mejor… ¿De qué decías que te gustaban los sándwiches?
    Me has dejado impresionada con tus altas calificaciones de este curso. ¿Ves? Solo tenías que estudiar un poco más  -  eso o que quizás la suerte te ha sonreído por una vez  - pero siempre te lo he dicho y lo repetiré una vez más: Eres brillante Juan, BRILLANTE. Algún día te darás cuenta y si no, espero estar cerca para hacértelo ver.
   De momento, piensa en el largo verano que te espera. Siento decirte que es posible que esta vez no podamos vernos tan a menudo. Ahora estoy trabajando como ayudante de costura. Todos los días tengo que ir al taller de Doña Leonor y pasar allí horas cosiendo botones, rematando dobladillos y ayudando a cortar telas. Es una mujer bastante hosca y no hace más que regañar a las chicas si a alguna se le escapa el menor detalle Al menos paga bastante bien, y dentro de muy poco tiempo me veo enseñando a leer en la escuela.
  También he de decirte algo. ¡He terminado mi novela! Me ha llevado mucho tiempo y mucha, mucha tinta. Pero está acabada. Me muero de ganas de que enseñártela, pero quería esperar a que llegases de tu viaje. Quizá no sea lo mejor que hayas leído nunca pero creo que te gustará.
   Por último, yo también tengo ganas de ver si sigues igual de feo que cuando te fuiste en Navidad, y si es así, buscaremos una lugar seguro donde esconderte para que no te vea nadie.
    Tuya, L.S»
    Nada más llegar a casa y saludar a su madre y hermana, Juan tenía una reunión con su padre. No un agradable paseo por los linderos de su casa de campo, no. Una reunión. El hombre le esperaba muy serio en su despacho. Todos los años era igual. Le sometería a un interrogatorio y no contento con sus resultados académicos, le pondría su propio examen. Le explicaba los balances de la empresa y los nuevos materiales con los que contaban trabajar próximamente. Le haría una serie de preguntas que anotaba en una hoja y, una semana más tarde, el chico debería haber respondido a todas y cada una de ellas sin el más mínimo fallo. Fernando no entendía que su hijo era ingeniero, no economista y que analizar las cuentas de la empresa era algo que se escapaba a sus conocimientos. «Es cuestión de ser inteligente y tener visión de empresario» solía decir con orgullo. Juan  no se consideraba tonto, pero empresario tampoco y, una vez más, una semana después tuvieron la misma discusión.
— ¡Está mal! ¿Cómo es posible que no veas cosas tan sencillas?
— ¿Cómo lo voy a ver si no se me enseña?
— ¿Es que no sabes hacer nada por ti mismo? Deja de pensar en sabe Dios qué y céntrate en lo que tienes que hacer, en tu futuro.  — Una vez más, la conversación volvía por los mismos derroteros. — Tu hermana y tú no me dais más que disgustos.
— ¿Cecilia?
—Resulta que ahora me dice que quiere estudiar.
— ¿Y por qué no habría de hacerlo?
— Ya le hemos enseñado todo lo que una mujer debería de saber. Cocina estupendamente, sabe leer y escribir, comportarse en una mesa y recibir a los invitados, hasta le hemos pagado clases de piano y de francés.
— ¿Y no crees que podría aspirar a más que eso?
— ¿Mas?
—A estudiar una carrera.
— ¡Pamplinas!
—Algunas mujeres lo hacen y nuestra familia tiene dinero de sobra. A ti no me costaría mucho y ella estaría contenta. Quizá pudiera ocupar mi puesto en la empresa. Te crees un hombre moderno y emprendedor  pero la realidad es que estas quedándote obsoleto.
— ¿¡Cómo te atreves a decir eso!? — Gritó enfadado — Nuestra empresa dirigida por ¿Una mujer? Jamás.
—Una mujer que es tu hija ¡Tu propia sangre!
—No quiero volver a oír hablar del tema. Ahora, sal de aquí por favor.
    Juan abandonó la estancia. Estaba enfadado por la cabezonería de su padre y también apenado por su hermana. Hacía años que sabía que ella no se conformaría con ser la sombra de su marido, quien sin duda, sería un hombre poderoso del calibre de su padre y elegido además por éste. Ellos eran tan distintos. Él le cedería su puesto en la empresa gustosamente. Se lo había dicho  una vez con intención de alentarla pero, por lo menos aparentemente, la había hecho enfadar.
—Eres un egoísta.
— ¿Yo? Te estoy diciendo que te daría mi puesto y ¿Me llamas egoísta?
—Ambos sabemos que es prácticamente imposible que ocupe ese lugar. Tú, que tienes la oportunidad, aprovéchala.
— ¡No quiero dirigir la empresa! Llevo años diciéndotelo.
—Y yo años odiándote por eso. No sé lo que te ha metido esa tal Luisa en la cabeza, pero, haz el favor de seguir tu camino y dejarte de ensoñaciones. — Concluyó secamente.
—Luisa no tiene nada que ver en esto, ha sido decisión mía.
—Claro, lo que tú digas hermanito.


  Cecilia era así, una mujer muy cuadriculada, exactamente igual que su padre. Para ellos no existía nada más que lo que veían delante sus narices, no se imaginaban que uno pudiese tener un futuro prometedor de otras formas distintas. Ambos presumían de ser igual que el abuelo: gente con iniciativa, con determinación… Juan no lo compartía. Veía que se habían quedado estancados y obcecados en la misma cosa.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

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lunes, 7 de diciembre de 2015

CARTAS PARA JUAN - CAPITULO 15

—Hay que ver — comentó Gonzalo al inspector una vez hubieron salido de la tienda — lo celosos que pueden llegar a ser algunos hombres. La pobre chica no podría casi ni hablar con su padre sin la presencia de su marido si se hubieran llegado a casar.
—Es cierto, pero empiezo a pensar que con esa mujer había que andarse con especial cuidado.
—Supongo que era muy avanzada para la época en la que vivimos — concluyó el joven agente.
— Sí, pero creo que si algo podemos sacar en claro después de este interrogatorio, es que estaba enamorada de Juan Villanueva. La cuestión es ¿Lo estaba él de ella?
Una hora después los dos compañeros entraban en las instalaciones de la fábrica de metales. Decenas de obreros pasaban con carros, carretillas y pesadas maquinarias. Se veía a los ingenieros por los ventanales de sus oficinas, probablemente debatiendo algún asunto y analizando planos. Aquella empresa suponía todo un avance para la época. Cada una de las personas que allí trabajaba, desde el peón más insignificante hasta el propio Fernando Villanueva lo hacía pensado en un futuro mejor. En esa compañía tenían la oportunidad de una vida con mayor calidad para ellos y, sobre todo, para sus hijos.  Cientos de padres trabajaban con ahínco para poder dar a sus pequeños aquello de lo que ellos no habían podido disfrutar en su infancia.
Metales Villanueva era el sueño y la esperanza de aquella villa del norte el país.
En su despacho Juan les esperaba serio, acompañado de su padre. Se saludaron con un apretón de manos. El inspector nunca había visto en persona a Fernando Villanueva, solo en algunas fotos en los periódicos. Su aspecto era bastante imponente a pesar de su avanzada edad. Tenía el pelo blanco y la piel bastante arrugada. Probablemente, pensó, parecía mayor de lo que en realidad era, pues como a la mayoría de los hombres y mujeres, los estragos que la guerra había causado en el alma, se veían reflejados en su rostro. Vestía de traje negro impoluto y se sujetaba en un bastón que ahora descansaba apoyado en el brazo de la silla. Tenía una voz fuerte e impetuosa que contrastaba con su aspecto y unos ojos fieros.  Recordó las cartas que Luisa había escrito para Juan y como se dejaba entrever en ellas la relación que éste tenía con su padre. Sintió pena por el chico y en cierto modo, también le admiraba. Sentado en la enorme butaca de cuero justo en frente de ellos Juan Villanueva, a pesar de todo, no parecía ser un hombre que tuviese pinta de dejarse manejar fácilmente.
El primero en hablar fue el anciano — Señor inspector le rogaría que lo que aquí se comente no trascienda a la prensa. Como puede observar, dirigimos una importante empresa y tenemos una gran responsabilidad con lo que a nuestros socios respecta.
—No se preocupe — respondió —.  Esta entrevista será plenamente confidencial, aunque si no les importa Gonzalo Vega, mi agente, tomará unas breves notas.
El inspector Sierra examinó a Juan, quien parecía preocupado y sumido en sus pensamientos. No lo encontraba muy distinto respecto a un par de días antes. Quizá con alguna hora de sueño menos a lo sumo. Miraba a su padre con desconfianza, casi como si fuera un intruso que no debiera estar en aquella reunión.
—Bien — comenzó el policía — imagino que habrá usted leído las cartas que encontramos en la habitación de la fallecida.
— ¡Pues claro! Eran mías
— ¿Qué relación mantenía usted con ella?
—Éramos amigos.
— ¿Sólo amigos?
—Sólo amigos — respondió secamente — Luisa estaba planeando su boda con otro hombre.
— ¿Y qué le parecía a usted esa boda?
— ¿A mí? Yo solo quería la felicidad para ella, casarse o no era su decisión y, en todo caso la de su familia — dijo fríamente mirando a su padre con cara de pocos amigos.
— ¿Se percató usted de la desaparición de las cartas que Luisa le enviaba? Quiero decir, no me pareció muy sorprendido cuando le dije que las encontramos en la habitación de la chica.
—Esas cartas eran muy antiguas. Hacía años que no las leía…
—No todas son  tan antiguas. Algunas datan solamente de unos meses atrás.
—Mire inspector — respondió Juan manteniendo la calma — Soy un hombre ocupado. No paso mis días releyendo la correspondencia de jovencitas. Como le he dicho en nuestro primer encuentro, debieron de haberse traspapelado y alguien las encontró.
—Luisa no era una jovencita cualquiera ¿Me equivoco?
—Nos unía una buena amistad— replicó seriamente.
El hombre, viendo que no iba a conseguir sonsacarle más información decidió cambiar de tercio. Se preguntó si tal vez, sin la presencia de Fernando, su hijo se hubiera mostrado más receptivo.
—Dicen que usted le ayudó con la publicación de su libro. ¿Es eso cierto?
—Así es. Aunque en realidad fue mi tío. Es un hombre de gran influencia en nuestro país y que se ha mudado recientemente a Europa.
— ¿Podría decirme a qué parte?
— Francia. Pero no veo qué importancia puede tener eso en la investigación.
— Era mera curiosidad ¿Puede contarme algo más sobre la publicación y el libro?
— Claro. Hacía unos años que Luisa soñaba con ser escritora. Yo era su único lector. Dejé varios de sus escritos a algunos profesores en la universidad y me dijeron que eran realmente buenos. Quería ayudarla. Por eso aprovechamos unas vacaciones de verano que mi tío Miguel y su esposa pasaron en nuestra casa. Él es un hombre de mundo. Se relaciona con personas de todas las clases y hace todo tipo de negocios, proviene de una familia económicamente importante y ha decidido usar su poder para poder colaborar con la sociedad. Su trabajo consiste en intentar proporcionar medios y empleo a los desfavorecidos y tiene pequeñas empresas de diversas índoles por todo el país. Tenía contactos en el mundo de las artes y las letras y es un gran entendido en esos temas. Por eso le presenté a Luisa y le pedí que le dejase uno de sus manuscritos. Le entusiasmó. Unos cuantos meses después conseguimos que la novela estuviera publicada.
— ¿No te olvidas de algo? — Preguntó Fernando Villanueva.
—No, de nada — respondió su hijo de forma cortante. — ¿Alguna pregunta más?
El inspector arqueó una ceja —Ya sé que es algo personal pero, dicen que la joven estaba enamorada de usted ¿Era consciente de ello? ¿Lo sabía?
Juan se sorprendió ante la pregunta y por un momento pareció que la voz le temblaba. Posiblemente sería de la tristeza por la pérdida, pensó el hombre.
—Dígame inspector ¿Le parece fácil adivinar si una mujer está enamorada de usted? Y más una como Luisa, con todos sus proyectos y su visión de futuro. Desconozco cuáles eran sus sentimientos hacia mí, pero para su tranquilidad, le reitero que no había nada más entre nosotros que una cordial amistad. Puede preguntar a quien quiera y se lo confirmarán.
El anciano bufó tensando a su hijo. — Estos jóvenes de hoy en día se creen más listos que sus mayores.
— ¿Qué quiere decir con eso?
—Mire, si yo fuera usted me aseguraría de estar buscando al sospechoso en el lugar adecuado. Mi empresa no se iría a pique por un amorío de tres al cuarto del irresponsable de mi hijo. Esa chica no era de una familia adinerada ¿No sería más probable que  alguien de su entorno se hubiera encargado de su muerte? Tal vez su prometido, su padre, su abuela ¡Yo que sé!
—Con todos mis respetos señor, pero nunca se sabe. Se oyen historias terribles acerca de las familias más acaudaladas.
— ¿Se oyen o se leen? Tenga cuidado inspector, si ha venido aquí para ofender a mi familia, le ruego que se marche.
— Señor Villanueva, se ha dado por aludido mucho antes de lo que yo me imaginaba.
Gonzalo miraba con nerviosismo a los dos hombres. Admiraba a su jefe por tener el coraje de enfrentarse al hombre más poderoso del momento pero pensaba que aquello había sido toda una osadía por su parte.
—Está bien — interrumpió Juan con voz fuerte —, si tiene usted alguna pregunta más, estaré encantado de responderle, sino discúlpeme pero tenemos que seguir trabajando.
— Creo que esto es todo por el momento.
Fernando Villanueva se levantó pesadamente y acompañó al inspector hasta la puerta. Mientras, Gonzalo le pedía a Juan que repitiera un par de respuestas para asegurarse de que la información que había tomado era correcta. El policía abrió la puerta de golpe y, tras ella descubrieron a una mujer. Esta dio un traspiés.
—Cecilia hija, ¿Qué haces aquí?
—Yo también debería haber estado en esta reunión y no me habéis dejado.
— ¿Y por eso te has quedado escuchando?
— ¡Exactamente!
Fernando suspiró. — No sé lo que voy a hacer contigo. Ojalá te parecieras un poco menos a mí.
Juan miró sorprendido a su hermana y le hizo un gesto que no pasó desapercibido para el inspector. La joven guardaba un gran parecido con él, nadie podría dudar que fueran hermanos. Llevaba un vestido rosa claro que le hacía parecer todavía más joven de lo que en realidad era, pero aun así solo había que mirarla detenidamente un momento para darse cuenta de que no era una chica corriente.
—Ya te dije que no tienes edad para estas cosas — dijo su padre con una dulzura que nadie podría creer propia de él
— ¡Tengo veintidós años!  El problema es que no me tomas en serio.
— ¡Claro que te tomo en serio! ¿Has ayudado ya a tu madre con los preparativos de la fiesta de esta noche?
—Si… pero ¿A quién le interesan las fiestas?
—Hija, no me apetece discutir. Además estos hombres — dijo dirigiéndose al inspector y a su agente que les miraban sorprendidos — ya se iban.
Salieron todos de la estancia cerrando la puerta tras de sí y dejando a Juan sumido en sus pensamientos otra vez. Reflexionó sobre la entrevista al completo y maldijo por las interrupciones de su padre. Es más, ojalá éste no hubiera estado presente. No tenía que haber ido. Pero siempre metía sus narices en todo. Debería de preocuparse un poco más por su hija y dejarle a él con sus asuntos, pues tenía muchos que resolver

lunes, 30 de noviembre de 2015

CARTAS PARA JUAN - CAPÍTULO 14

  Los dos hombres abandonaron el edificio. Algo extraño hubo en aquella entrevista. Quizá la familia estaba ocultando algo. La que más había hablado y gracias a la cual sentía que iba investigando por el buen camino, era la hermana menor de la joven. Sus padres en cambio le habían dado respuestas escuetas y sin demasiadas explicaciones. Podrían estar encubriendo algún tipo de secreto. Su hija había fallecido, por lo que debía de tratarse de algo muy gordo. Quizá algo que tuviera que ver con su relación con Villanueva y la compañía. Quizás Luisa aspirase a algo mejor que ser una simple maestra. Puede que fuera una mujer que tuviera pensado trepar hasta arruinar a la poderosa familia. Pensó que era difícil, pero por otro lado, con estas cosas, mejor dudar hasta de la propia sombra de uno y, sobre todo hacerle caso a las corazonadas. Aún no había comenzado a leer el libro publicado por la joven. Debía hacerlo pronto. Tal vez  su contenido revelase algún motivo que pudiera justificar su desaparición.



   A continuación, entraron en la destartalada pescadería donde trabajaba el antiguo prometido de Luisa. Alejandro Ramos estaba apilando cajas con sardinas, lenguados y distintas variedades de pescado. Era un joven de no muy alta estatura y pelo negro como el azabache. Tenía una fría mirada gris.

— ¿Puedo hacer algo por ustedes?  — preguntó algo alarmado al ver  las placas de policía.

—Buenos días. Soy el inspector Sierra y este es mi agente, Gonzalo Vega. Sabemos que usted conocía a Luisa Suárez. Estamos investigando la causa de su reciente fallecimiento y me gustaría hacerle algunas preguntas.

—No pensarán que yo la maté ¿verdad? — preguntó alarmado.

—Solo venimos a contrastar datos — dijo el inspector con cautela.

—Porque yo no tengo nada que ver. Pueden registrarme a mí, mi casa, el negocio de mi padre… pero soy inocente.

— De acuerdo, de acuerdo — trató de tranquilizarle el inspector sorprendido por tanta preocupación. — ¿Puede decirme usted qué relación mantenía con la joven?

—Pues, en teoría, íbamos a casarnos.

— ¿En teoría?

—Sí, qué quiere que le diga, con perdón por la fallecida, pero como novia era horrorosa. Nunca quería pasar tiempo conmigo, me hacía sentir como un estorbo a su lado. Me hablaba de cosas que ni siquiera entendía y no le interesaban mis famosas anécdotas sobre los distintos tipos de sardinas, ni mis méritos en la pesca. Me criticaba por ser un hombre y no saber geografía ¿Qué me importa a mí donde estén América o China o Kotio? — dijo con amargura retorciendo el pescuezo de un atún.

—Tokio.

—Eso. ¿Qué más da?

—Veo que eran ustedes personas muy distintas.

—Cierto. Mi padre me engañó. Me dijo que sería una esposa perfecta y yo le creí. Pensé que era como su hermana. ¡Menuda suerte tuvo el tal Francisco! Se ha casado con la mejor mujer del pueblo y a mí me hubiera tocado el bicho más raro del lugar. Al menos con los años se había convertido en una de las más guapas, en mi opinión. Qué quiere que le diga, no me alegro de su muerte ni mucho menos, yo la quería ¿Sabe? A mi manera. Puse todo de mi parte para que las cosas fueran bien y me apenó enormemente la tragedia. Pero ahora me siento liberado. Encontraré a otra chica, una más simple. Que planche y cocine bien y que sepa limpiar la escopeta para cuando quiera ir a cazar jabalíes.

—Entiendo… Y una última cosa ¿Sabía usted algo de la relación que tenía con el señor Juan Villanueva? — El inspector observó como Alejandro apretaba los puños torturando al desgraciado pescado que tenía en sus manos.

—Ese Villanueva es despreciable. No sé qué tipo de relación tenían pero no me gustaba nada. Se conocían desde hacía varios años. Una vez, siendo jóvenes, me pegué con él. Le rompí la nariz. Años más tarde vi, y le digo sinceramente que con satisfacción, como me miraba con rabia al enterarse de que Luisa y yo estábamos prometidos. Entonces me sentí más poderoso que él y, sabe usted que eso es muy difícil. Sólo hubo una cosa que me hizo descender de mi nube.

— ¿Cuál?

—Que ella no era la misma cuando le miraba. Ni cuando hablaban. Si Villanueva aparecía, se le iluminaba la cara, como si hubiera encontrado el mayor tesoro jamás visto. Como si fuera lo más feliz que hubiera pisado la tierra. Y él lo mismo. Posiblemente de forma más discreta, pero no le quitaba ojo. Me fijé muchas veces. Cuando Luisa volvía a dirigir la vista hacia mí, tenía una sonrisa forzada en la cara, para no desagradarme, pero el resto del tiempo estaba apagada. — suspiró. —  De vez en cuando se le ponía una sonrisa tonta en la cara, pero sabía de sobra que no era por mí. Probablemente Juan hubiera aparecido en alguno de sus pensamientos.  Cómo odiaba esa sonrisa, tanto que… — se quedó en silencio mientras los dos hombres le miraban con expectación. —  Le dije que si nos casábamos le prohibiría ver a ese hombre. Entonces tuvimos una discusión muy fuerte. ¿Tienen alguna pregunta más?

—Creo que es suficiente, gracias.


lunes, 23 de noviembre de 2015

CARTAS PARA JUAN - CAPÍTULO 13

El inspector Sierra se reclinó en la silla de su oficina, lanzó su lapicero al aire con la intención de cogerlo al vuelo con tan mala suerte que éste terminó en el frío suelo de madera. Lamentó tener que agacharse para recogerlo pues su pierna de madera le dificultaba ciertos movimientos. Aquel día daría su siguiente paso en la investigación, esperando que le acercara un poco más a la solución del misterio de la desaparición y muerte de Luisa.

  En primer lugar, acompañado por Gonzalo, fue a visitar a la familia de la víctima. Su agente más fiel le seguía con varias hojas dispuesto a tomar nota. Fueron recibidos en el modesto salón. Tenía un escaso mobiliario bastante deteriorado pero aun así le pareció un lugar de lo más confortable. Mercedes, la madre de la chica, sirvió un café y unas galletas caseras, pero nadie, excepto Gonzalo, las probó. La situación era de lo más tensa. Todos parecían muy afectados por la muerte de Luisa sobre todo cuando habían comprobado que el zapato que el inspector había visto en el acantilado podría perfectamente pertenecerle. El desconsolado grupo ahora solo quería saber qué habría pasado con la chica.

—No lo entiendo — decía el cabeza de familia —, Luisa llevaba una vida completamente normal.

—Quizá no todo el mundo viese con buenos ojos que decidiera ponerse a trabajar y sobretodo se atreviera a publicar un libro — sugirió el inspector.

—Mi hermana era muy cabezota — interrumpió Andrea —. Yo le dije que dejase de pensar en tonterías y se dedicase a buscar un buen marido.

— ¿No tenía pensado casarse?

—No — respondió la chica —, esa era la discusión de todos los días en esta casa.

Sus padres la fulminaron con la mirada y Gonzalo también la miró de reojo. El inspector pensó que aquel había sido un comentario sin lugar a dudas de lo más interesante.

—Continúe, por favor.

    Andrea, haciendo caso omiso de las miradas de los demás continuó acaparando el protagonismo, cosa que le encantaba.

—Mi padre, con lo generoso que es — dijo mirando al hombre que pareció devolverle una mirada de advertencia —, al terminar la guerra permitió que mi hermana empezase a estudiar, además así nos dejaría a todos en paz con sus sermones sobre por qué tenemos que aprender a leer bien y saber matemáticas ¡No están los tiempos para esas tonterías! La condición que le puso fue que tendría que casarse. ¿Es lógico no? Él quiere lo mejor para nosotras, por eso a mí me han desposado con Francisco Arias y ahora soy la mujer más feliz del mundo. ¿Quiere ver mi anillo?

—Precioso, señorita — contestó el inspector un tanto descolocado ante tanta petulancia. Las dos hermanas no se parecían en nada. — ¿Y ya tenían algún candidato para Luisa?

—Bueno….

—Un joven que trabaja cerca de aquí — interrumpió el padre. — Es el hijo del pescadero a quien sirvo como proveedor. Un buen chico, sí, señor. Quedó muy afectado por… bueno, la muerte de mi hija.

— ¿Podría decirme su nombre?

— Alejandro Ramos — Gonzalo tomó nota —. Podrá hablar con ustedes cuando lo deseen.

—Y dígame, ¿Cuándo se celebraría la supuesta boda?

—Nunca — intervino Andrea.

—Por Dios hija, ¿Quieres hacer el favor de tener la boca cerrada? —Regañó su madre —. Teníamos problemas para encontrar una fecha dado que Luisa era un tanto reacia a casarse.

—Y una última pregunta, ¿Qué pueden decirme sobre Juan Villanueva? Por lo visto su hija le escribía cartas que nunca llegaba a enviar.

— El señor Villanueva es un joven formidable, sin duda. Le espera un futuro prometedor y es además una excelente persona.

—Fue quien ayudó a mi hermana a publicar su libro y eso, a mis padres no les gustó demasiado.

—Bueno — balbuceó el padre comenzando a enfadarse — entienda usted inspector, somos una familia modesta. Un solo paso en falso y mi hija podría buscarse la ruina, sobretodo, viendo cómo están los tiempos…

 Todos se quedaron en silencio unos segundos. Luisa estaba muerta. Ciertamente, la ruina la había encontrado.

—Muchas gracias. Es todo por el momento.


lunes, 16 de noviembre de 2015

CARTAS PARA JUAN - CAPÍTULO 12

Pasaron los años y, como era de esperar, a finales de 1937, el chico acabó estudiando ingeniería en una de las universidades de más prestigio de Inglaterra.  Sólo volvía a pasar los veranos, pues su familia intentaba que su hijo estuviera lo más alejado posible de la inestabilidad de un país en guerra. En cada ocasión en que Juan regresaba a casa, se le hacía un nudo en el estómago. Veía nuevos comercios cerrados o se enteraba de la desaparición de vecinos o amigos que le habían visto crecer. Observaba los rostros famélicos de comida y esperanza y niños huérfanos y ancianos que dependían de la caridad para sobrevivir. Él era un privilegiado y lo sabía.

—Mira toda esa gente — le decía su padre con el rostro prematuramente envejecido por los estragos de la guerra  — Tú eres esperanza para ellos. Estudias para darles empleo el día de mañana. Tú alimentarás a sus familias y sacarás a flote nuestra región.

  Al joven le entraban náuseas al pensar en toda aquella responsabilidad. Su exigente progenitor le interrogaba sobre sus notas, su trato con los maestros, sus amistades y le contaba entusiasmado los nuevos proyectos que tenía para su empresa esperando que su joven hijo compartiera su ansia con él. Desgraciadamente no era así. A pesar de todo, Juan reconocía que aunque no entendiera la mitad de las cosas que le contaba, aquello era lo más parecido a una relación paterno-filial feliz que había tenido nunca.

  Hubo una época, durante su primer año como universitario, en la que se esforzaba por agradar al hombre. Puso todo su empeño en intentar cogerle el gusto a eso de las estrategias y las nuevas formas de comerciar con el metal, incluso en el orden internacional. Pero todo fue en vano y no sabía quién se frustraba más, si él mismo o su propio padre.

  Por otra parte, parte Luisa había conseguido empezar a trabajar como ayudante de costura en un taller. Ganaba un pequeño salario todos los meses remendando los trajes de los soldados y haciendo todo tipo de arreglillos. Su padre había regresado del frente con una herida en la pierna que casi le había costado la vida, pero ahora descansaba en casa para alegría de su mujer y sus hijas. Después de mucho insistir, la chica había logrado convencer a sus padres para que, cuando la situación se calmase, la dejasen asistir como aprendiz a la escuela. Su padre se había mostrado reacio al principio ¿Desde cuándo la hija de un pescador quería ser maestra? Las hijas de sus compañeros aprendían a trabajar con el pescado o a confeccionar redes, no a enseñar números y letras. Siempre había imaginado que sus hijas se casarían y serían unas buenas esposas que sacarían a sus familias adelante pero, la iniciativa de su hija mayor, que en cierto modo no le cogía por sorpresa, le ponía en una situación complicada. 

 Se sentía animada. Tenía la esperanza de que con el fin de la guerra todo mejorarse y, con el tiempo, su país se convirtiera en un lugar próspero para vivir, donde las oportunidades fuesen iguales para todos. Quizá su futuro no fuera tan negro al fin y al cabo. A lo mejor podría llegar a ser alguien de provecho algún día. Una mujer respetada por sus propios méritos y no por ser «la señora de». Además había comenzado a escribir. Fue algo que comenzó por casualidad y como vía de escape ante los horrores del día a día. Era una gran aficionada a la lectura y una mañana vio en un periódico ya atrasado que uno de los soldados había dejado en la sala de pruebas del taller, la historia de una mujer que para publicar sus primeras novelas había tenido que utilizar como pseudónimo el nombre de un hombre. Aquello le pareció horrible. No entendía por qué un hombre debía ser mejor que una mujer. Trataba con ellos a diario, muchos eran los dueños de comercios importantes y los proveedores de su jefa. Había observado a muchos varones desenvolverse en distintos ámbitos y sí, reconocía lo capaces que eran algunos, pero otros en cambio se creían mucho más inteligentes de lo que en realidad eran.

—Eres una mujer perversa— le decía Juan cuándo ésta le contaba cómo había conseguido engañar a un proveedor de botones  que había querido estafarlas aquella misma mañana.

—No es cierto. Él debería ser un poco más listo. Solo un poco.


   Ambos amigos se veían durante los veranos y el resto del año mantenían el contacto mediante breves y muy numerosas cartas. Habían crecido y habían cambiado, pero su relación poco a poco y, sin que se dieran cuenta, se iba haciendo cada vez más fuerte.

domingo, 15 de noviembre de 2015

¡NOMINACIONES DE ESTE MES!

¡Buenos días!

Voy a dedicar esta entrada a responder a las nominaciones que CAZADORES DE LIBROS y MI CAFÉ CON LIBROS han hecho a mi blog.

Pero lo primero... ¡MUCHAS GRACIAS A LOS DOS!

La primera nominación (por tercera vez consecutiva ) es al Premio Liebster Award por cortesía de CAZADORES DE LIBROS

Os recuerdo las reglas:

  • Agradecer y seguir al blog que te ha nominado.
  • Responder a las 11 entradas que te han hecho.
  • Nominar 11 blogs que contengan menos de 200 seguidores.
  • Avisarles de que están nominados.
  • Realizar 11 preguntas a los blogs que has nominado.
 
 
 
Estas son las 11 preguntas que me han hecho y mis respuestas:
  1. ¿Cuántos libros aproximadamente tiene tu estantería?
Mi estantería probablemente mas de cien y doscientos... En la casa entera en número es escandaloso jejeje. En mi familia nos encanta leer :D
 
    2. ¿A qué personaje literario traerías a la vida?
Más que personajes, me gustaría traer a grandes escritores, sobretodo a los clásicos. Quisiera saber cómo eran realmente Shakespeare o Cervantes, las hermanas Brönte o Jane Austen y que me contasen cómo era su vida y qué les inspiró para escribir.
 
    3. ¿Qué libro has leído más de una vez?
Memorias de Idhún o Los pilares de la Tierra, como mucho dos veces, pero no soy de repetir, prefiero leer cosas nuevas.
 
    4. ¿Qué dos personajes, de distintos libros, shippearías?
No sabría decir. Lo que sí está claro es que los desambientaría totalmente. Llevaría a alguien de una novela romántica a otra de acción y viceversa  ¡A ver cómo se desenvuelven!
 
    5.¿Cuál es tu red social preferida y por qué?
Nunca me han gustado demasiado las redes sociales. Ahora tengo que utilizarlas más a menudo por motivos literarios me voy haciendo un poco más a ellas. La que más me gusta, probablemente sea Twitter por la cantidad de gente que estoy conociendo ^^
 (¡¡Saludos a mis compis twitteros desde aquí!! )
 
    6.¿Qué te da más miedo el futuro o el fracaso?
Ninguno de los dos.
El futuro es una aventura y el fracaso nos enseña algo que necesitábamos aprender .
 
   7.¿Algún post que te gustaría escribir y por alguna razón no puedes?
Me gustaría escribir sobre muchas cosas en mi blog, pero al estar dedicado a la novela y su temática no tengo mucha variedad. Por ejemplo, me gustaría hacer reseñas de libros o escribir sobre temas de actualidad. Pero creo que para eso tendría que crear un blog a parte y... no tengo tiempo :´D
 
     8. Una película que te haya impactado y recomiendas.
"La Teoría del todo" Cuenta la relación entre astrofísico de Stephen Hawking y su primera mujer Jane. Me impactó, no solo la película sino la interpretación del actor Eddy Redmayne.
La recomiendo 100%
 
      9.¿Escribes?
¡Claro! Mucho. Todos los días y me encanta :D
 
     10. ¿Qué te inspira a la hora de escribir? 
Cualquier cosa. Sobretodo las cosas cotidianas, alguna anécdota que un amigo te cuenta o imaginarme como será la vida de personas a las que no conozco. (Una vez leí que ese era el truco de Federico Moccia xD)
 
 
 
Y ahora la nominación de MI CAFÉ CON LIBROS al premio BEST BLOG

 
 Y las reglas son...
* Contar 11 cosas sobre ti.
* Seguir al blog que te nominó
* Responder a  las preguntas de la persona que te nominó
* Hacer 11 nuevas preguntas para nuestros nominados.
* Nominar a 11 blogs con menos de 200 personas y notificarlo a través de un comentario en sus blogs.
 
 Empezamos por las 11 cosas sobre mi, chan, chan, chan....
 
(1) Me llamo Carmen.
(2) Soy licenciada en Derecho.
(3) De pequeña odiaba leer.
(4)Pero siempre me gustó escribir cuentos.
(5) Empecé a escribir CARTAS PARA JUAN hace cuatro años.
(6) Apunto casi todas mis ideas en la aplicación de notas del móvil.
(7) Soy un desastre con la informática.
(8) Cuando saqué el carnet de conducir me regalaron una tortuga a la que he bautizado Julieta (Tenía un Alfa Romeo xD)
(9) Tengo tantos trastos encima del escritorio que a penas me cabe el ordenador.
(10) Nací en el mes de mayo.
(11) A veces llevo gafas.
 
Y ahora las 11 preguntas...
 
1- ¿ CUÁL ES TU PAREJA PREFERIDA?
No sabría decir...

2- ¿ CUANTOS LIBROS TIENES?
¡¡Muuuuchos!! Ya respondí arriba :D

3- TIENES MÁS LIBROS DE TAPA DURA O TAPA BLANDA?
Blanda, son mas económicos y traen lo mismo

4- ALGUNA VEZ PRESTASTE UN LIBRO Y NO TE LO DEVOLVIERON?
Si, tengo libros repartidos por el mundo... -.-¨

5- CUAL ES EL LIBRO MÁS CARO QUE TIENES
Probablemente las ediciones de tapa dura de "Circo Máximo", "La Caída de los Gigantes", "Dispara, yo ya estoy muerto"...

5- ¿CUÁL ES EL LIBRO CON EL QUE MÁS TE IDENTIFICAS?
No tengo. Leo mucho y en cada momento de mi vida lo que leo significa una cosa.

6- ¿ QUE LIBRO DE TERROR TIENES ?
Los de "Pesadillas" o alguno de Carlos Ruiz Zafón (Si es que el Príncipe de la Niebla o Marina se consideran terroríficos ...) También tengo varios de Stephen King

7- ¿ CUANDO CREASTE TU BLOG?
En agosto de 2015 , hace cuatro meses.

8- ¿ ALGUIEN MÁS EN TU FAMILIA LE GUSTA LEER?
¡A todos!

9- ¿ HABLAS MUCHO CON TUS AMIGOS DE LIBROS?
Si, aunque tengo la mala costumbre de hacer spoiler sin querer ...

10- ¿ ESCRIBES?
¡Todos los días!

11- ¿ CUÁL ES EL LIBRO QUE MENOS TE GUSTA?
Las colecciones románticas, empalagosas, con traducción regular y en los que la protagonista hace el papel de damisela en apuros esperando que su hombre la rescate. No puedo con ellos y hay muchos... ¬¬
 
¡Y esto es todo! Mis once preguntas son...
 
(1) Si pudieras conocer a un personaje literario ¿Cuál sería?
(2) Cuéntanos lo mejor y lo peor de tener un blog.
(3) ¿Leer o escribir? ¿Cuál eliges? (Es obligatorio, ¡No vale decir los dos!)
(4) ¿En qué país real o ficticio te gustaría vivir?
(5) ¿Cuál es el último libro que has leído?
(6) ¿Cuál fue el primer libro que leíste?
(7) Si pudieras cenar con un escritor ¿Quién sería?
(8) Y ¿Dónde le llevarías a cenar?
(9) ¿Cuál es tu género literario favorito?
(10) ¿A qué libro le cambiarías el final?
(11) Un libro que te haya decepcionado.
 
 
Y mis nominados son...
PREMIO BEST BLOG
El pingüino lector
Un par de lecturas
Entre líneas
Café y literatura
Fantasía o pesadilla
Magia entre páginas
Silver Reading
Blog de guerrero libros
D Mad Lover of books
 
PREMIO LIEBSTER AWARD
¿Y si se acaban los libros?
Jeidylibros
Foreverland: El paraíso para siempre
Palabras sin título
Drama Queen.